19 Mayıs 2016 Perşembe

La Conciencia en los Animales :Uno de los Callejones Sin Salida para la Teoría de la Evolución

La Conciencia en los Animales :Uno de los Callejones Sin Salida para la Teoría de la Evolución

El humano es el único ser que posee intelecto y raciocinio. Los rasgos más importantes que lo distinguen de otras criaturas son los que derivan del raciocinio: la comparación, la toma de decisiones, la predicción, el planeamiento, la precaución, la comprensión, la determinación de objetivos para el futuro, etc. Ningún otro ser posee esas capacidades o elevado grado de conciencia. En consecuencia, no es de esperar que el animal trace planes para el futuro o haga cálculos de ingeniería para decidir algo.
¿Cómo podemos explicar entonces los comportamientos que observamos entre los animales y que se presentan como producto del raciocinio y la conciencia? ¡Más aún cuando algunas de esas acciones las realizan seres descerebrados! Antes de responder a ello y para comprender más fácilmente su importancia, daremos primero algunos ejemplos obvios de comportamiento de animales producto de la conciencia y el razonamiento.

El Diseño de Ingeniería en las Represas de los Castores

lion cub
Los castores, al igual que los ingenieros, realizan un trabajo de expertos y construyen diques para disminuir la corriente de agua en el lugar donde edificarán sus albergues con un diseño espectacular, mediante una tarea de gran envergadura, pesada. En primer lugar deben obtener una gran cantidad de troncos y ramas con sus dientes como fuente de nutrientes y materiales de construcción. Se ha observado que en ese proceso toman en cuenta, por ejemplo, la dirección del viento, con el objeto de que los árboles que voltean caigan con la parte de la copa apuntando hacia el espejo de agua donde realizarán las respectivas construcciones, pues ello les facilita el transporte del material.
Los nidos de los castores poseen una delineación bastante compleja. Cuentan con dos entradas subacuáticas, una despensa a nivel del agua y un dormitorio sobre la tierra seca con una chimenea de ventilación.
En las paredes externas del albergue no dejan fisuras y las que aparecen las rellenan con ramitas y lodo, asegurándose de no dejar huecos o cavidades. El material empleado impide que el nido se desplace y la entrada de frío. Aunque en invierno el albergue se cubre de nieve y la temperatura exterior es de -35°C (-31°F), el interior se mantiene por encima de 0°C. Estos animales tienen oculto bajo el agua un depósito para la época en que escasea el alimento.
También forjan una red de canales de aproximadamente un metro (tres pies) de ancho, que utilizan para llegar a los árboles de los que obtienen nutrientes, ubicados en tierra firme en las zonas más elevadas y a una distancia considerable.
En la construcción de los embalses y nidos entrelazan ramas a lo ancho de la corriente de agua y de una costa a la otra, conformando una estructura triangular. Para elevarla y rellenar sus agujeros trabajan en contra de la corriente hasta que transforman un riacho correntoso en una amplia piscina de agua calma, lo que les provee un entorno ideal en donde acumular alimento para el invierno, nadar con más libertad y transportar más fácilmente lo que necesitan. Además, dan lugar a una enorme fosa alrededor de sus albergues, como las que rodean a los castillos para impedir ataques de enemigos.2
Esta resumidísima explicación nos muestra que cada etapa de la obra de los castores refleja la presencia de un proyecto, conocimiento, ingenio y cálculo. Pero sería irracional decir que el castor posee todas esas cualidades de maneras conciente. En consecuencia, para explicar su comportamiento debemos meditar acerca de quién es el que le dota con esas aptitudes: es Dios Quien le da esas características especiales al igual que a otros animales, proporcionando a cada uno las que les corresponde. En los capítulos que siguen veremos más ejemplos de esto. Dios, con Su infinita potestad, ha creado a los castores, los ha dotado con las cualidades que exhiben y les ordena realizar sus trabajos ingeniosos.
Kunduz
Los castores proyectan como arquitectos y trabajan como expertos en la con- strucción de sus nidos ex- traordinarios.
1. En el medio, a la izquierda: Un castor construyendo la represa necesaria para ele- var el nivel del agua y pro- teger su albergue.
3. Abajo: Dibujo de un nido de castor, fabricado con gran ingenio.

La Oruga de la Polilla Atlas

Por supuesto, los castores no son las únicas criaturas en la naturaleza que planean, calculan y exhiben un comportamiento aparentemente racional. Otra existencia que se desenvuelve con éxito es una especie de oruga, mucho más pequeña que un castor, en la cual nunca se esperaría encontrar el más mínimo rasgo de inteligencia. Estamos hablando de la oruga de la polilla Atlas.
Se convierte en crisálida en un capullo, igual que todas las otras de su especie y se oculta en la parte de abajo de la hoja luego de salir de la etapa de larva. Esto lo hace según un plan inteligente que requiere gran habilidad. Dado que una hoja verde no puede servir de refugio, ya que se puede desprender, supera el problema de la manera más simple, pues ata con su seda la hoja a la rama para que no se caiga cuando carcoma su pedúnculo. Luego de eso, la hoja se secará inevitablemente y después se rizará. De este modo la oruga obtiene un tubo ideal en el espacio de algunas horas.
Se puede pensar que al ocultarse la oruga en una hoja seca para estar segura, actuó inteligentemente, de manera razonada. Podría ser cierto. Pero también se convertiría en una comida fácil porque la diferencia de color de la hoja atraería la atención de los pájaros y significaría su destrucción.
Nuevamente la oruga actúa para evitar esa situación. Al igual que un matemático que se maneja con los cálculos de probabilidad, prepara otras cinco ó seis hojas “señuelos” y las rodea con seda. En consecuencia, el pájaro hambriento debe elegir entre las distintas hojas secas, en tanto que la pupa se encuentra sólo dentro de una de ellas. Es decir, la probabilidad es de seis a uno en contra de que el ave encuentre a la oruga.3
Evidentemente, estamos ante comportamientos que se presentan como inteligentes y premeditados. Pero, ¿es realmente posible que una oruga con un cerebro microscópico y un sistema nervioso simple exhiba tal comportamiento? La misma carece de la facultad de hacer proyectos o planes a futuro. Tampoco es posible que haya aprendido dicha estratagema de otra oruga. En realidad, ni siquiera es conciente de los peligros que entrañan los pájaros. Entonces, ¿quién suministró a la oruga la idea de cómo confundir a sus predadores?
Si planteamos a los evolucionistas estos interrogantes, nunca tendremos respuestas satisfactorias. Pero, al verse acorralados, recurrirán a una vía de escape: los instintos. Es decir, dicen que los comportamientos animales son instintivos. En el caso que vimos, lo primero que debe solicitarse es: “Expliquen lo que es el instinto”. Si se tratase de una reacción innata, como la del ocultamiento de una oruga en una hoja, debe haber algún mecanismo o fuerza que le lleva a hacer eso. De la misma manera, alguna fuerza similar debe impeler a los castores a construir sus diques con troncos. Y como debemos deducir de la primera sílaba de “innato” o intuitivo, este mecanismo o fuerza debe yacer en alguna parte dentro de la criatura.

¿Cuál es la Fuente del Instinto?

Gordon R.Taylor's BookGordon R.Taylor
No obstante que Gordon R. Taylor es evolucionista, dice que la evolu- ción no tiene re- spuesta a todos los interrogantes sobre los instintos de los animales.
Los científicos usan dicho término para definir el comportamiento innato, connatural de los animales. Sin embargo, siempre quedan sin respuesta los interrogantes respecto a cómo se presentaron por primera vez esos comportamientos y cómo los desarrollaron los animales y los pasaron a las generaciones sucesivas.
El genetista y evolucionista Gordon Rattray Taylor admite en su libro El Gran Misterio de la Evolución el siguiente lógico callejón sin salida:
Cuando nos cuestionamos sobre cómo surge un modelo de comportamiento instintivo y queda fijado hereditariamente, nos quedamos sin respuesta…4
Algunos evolucionistas que no admiten el dilema que se plantea Taylor, intentan superar esta cuestión con una retórica imprecisa. Según la teoría de la evolución, los comportamientos innatos o instintivos están codificados en los genes. De acuerdo a este criterio, las abejas construyen sus panales con una extraordinaria precisión matemática debido a sus instintos. En otras palabras, Alguien debe haber programado en los genes de todas las abejas del planeta el instinto de cómo construir panales regulares con celdas hexagonales.
De ser así, cualquier persona razonable y con sentido común debe preguntarse: Si los seres vivos ponen en escena la mayoría de sus comportamientos porque están programados para hacerlo así, ¿quién los programó por primera vez? Ningún programa se genera o elabora por sí mismo sino que todos deben tener un programador que los originó.
Los evolucionistas no pueden responder a dicha pregunta. En sus publicaciones sobre la materia utilizan una cortina de humo que les viene bien: el supuesto de que la “madre naturaleza” da a todas las criaturas cualidades innatas. Pero la “madre naturaleza” consiste en rocas, tierra, agua y vegetales. ¿Cuál de estos elementos podría posibilitar que los animales se comporten de una manera aparentemente conciente, racional? ¿Qué parte de la naturaleza posee la inteligencia o capacidad de programar lo viviente? Todo lo que vemos en la naturaleza ha sido creado y por lo tanto nada pudo ni puede autorrecrearse. ¿Qué persona inteligente dirá al ver un cuadro “¡Qué pintura delicada han desarrollado estos pigmentos!”? De la misma manera, sería irracional suponer que criaturas sin inteligencia pueden programar que sus descendientes actúen racional e inteligentemente.
Aquí estamos confrontando con una realidad muy clara: puesto que estas criaturas no han adquirido por sí mismas esos rasgos superiores sino que nacieron con ellos, entonces algún Ser superior y sapiente debe haberlas creado y dado esas capacidades de una manera tal que las manifiestan en sus comportamientos. Sin duda, Dios es el dueño de la inteligencia y conocimiento que vemos en cualquier parte de la naturaleza.
Dios usa en el Corán como ejemplo de ello a las abejas al decir que es El Quien las inspira en su conducta aparentemente inteligente. En otras palabras, lo que los evolucionistas intentan explicar como instinto o presentarlo como “programación” en los animales para hacer ciertas cosas, es la inspiración de Dios:
Tu Señor ha inspirado a las abejas: “Estableced habitación en las montañas, en los árboles y en las construcciones humanas. Comed de todos los frutos y caminad dócilmente por los caminos de vuestro Señor”. De su abdomen sale un líquido de diferentes clases, que contiene un remedio para los hombres. Ciertamente, hay en ello un signo para gente que reflexiona. (Corán, 16:68-69)
Manzara
La “Madre Naturaleza”, a la que los evolucionistas le adjudican los poderes divinos de la creación, consiste en lagos, montañas, árboles, etc. ¿Qué parte de ella puede dar al castor el instinto para la construcción de su represa o dotar a cualquier criatura con capacidades extraordinarias?
Los evolucionistas hacen caso omiso de esta realidad palmaria con el objeto de negar la existencia de Dios. Y aunque buscan una explicación para el comportamiento animal no consiguen encontrarla, a la vez que son concientes de que la teoría de la evolución no puede dar ninguna respuesta. En cualquier libro o publicación evolucionista que trate del comportamiento animal, leerán manifestaciones parecidas a la que sigue: “Realizar esas acciones requiere una inteligencia elevada. Pero al carecer los animales de la misma, ¿cómo las llevan a cabo? Esta es una pregunta que la ciencia no puede responder”.
Los comentarios del renombrado evolucionista Hoimar Von Ditfurth sobre la oruga de la polilla atlas, son un ejemplo clásico de lo que expresa gente de su mismo modo de pensar respecto al obvio tipo de conocimiento que hace al comportamiento animal:
La idea de presentar señuelos (es decir, otras hojas secas) a los predadores mientras se oculta en alguna distinta, es algo que nos asombra. Pero, ¿de quién es esa concepción inteligente? Resulta una estrategia extraordinariamente original apartar a pájaros hambrientos que se alimentan con gusanos reduciendo la posibilidad de ser descubiertos entre las hojas secas. ¿Quién ideó esa estrategia para que la use la oruga poco después de salir de su estado de pupa?...
Se trata de métodos de supervivencia a los que podría recurrir la inteligencia humana. Sin embargo, si consideramos el sistema nervioso central primitivo de la oruga de la polilla atlas (áttaco) y otros de sus comportamientos, nos daremos cuenta claramente que este bichito es incapaz de razonar o proyectar tal tipo de cosas. Entonces, ¿cómo es que la oruga se protege de esa manera? Los naturalistas que en el pasado observaban dichos comportamientos no sólo creían en la existencia de los milagros sino también en la existencia de un Creador o Dios sobrenatural, Quien con el objeto de proteger Sus creaciones les concedió cierto conocimiento para que se defiendan. Pero este tipo de explicación es abominación para los naturalistas actuales. De todos modos resulta absurdo que la ciencia moderna intente explicar ese fenómeno recurriendo a los instintos. Contrariamente a lo que muchos de nosotros podríamos creer, atribuir tal comportamiento a los instintos ―en este caso al instinto de la oruga―, significa interpretarlo como innato, lo que no nos lleva a ninguna otra parte que no sea el punto del que partimos, de modo que no podemos encontrar la verdadera respuesta a este problema… Sin embargo, es poco menos que irracional hablar de “inteligencia” en las orugas, las que carecen de un cerebro desarrollado. Así y todo, al observar los comportamientos que estamos examinando, advertiremos que algunos rasgos satisfacen los criterios de inteligencia. Si centrarse en un objetivo, tener en cuenta sucesos futuros, calcular el comportamiento potencial de otras especies y actuar convenientemente no son indicadores de inteligencia, ¿qué es inteligencia entonces?5
Estamos ante un célebre intento, propio de los evolucionistas, para explicar el comportamiento de una pequeña oruga que actúa ingeniosamente y con planeamiento. En los libros o publicaciones de esta gente no se encuentran otros comentarios o explicaciones y sólo se hallan interrogantes sin respuestas y manifestaciones que se tratan de imponer casi por obligación.
En realidad, Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución, se dio cuenta de la amenaza que representaba para su teoría el comportamiento innato de los animales. En su libro El Origen de las Especies lo admite claramente, al igual que en otras partes:
Muchos instintos son tan maravillosos, que su desarrollo parecerá posiblemente al lector una dificultad suficiente para echar abajo toda mi teoría.6
Francis Darwin, hijo de Charles Darwin, relata el dilema de su padre sobre los instintos en Vida y Cartas de Charles Darwin:
El capítulo III (de El Origen de las Especies), que corresponde al final de la primera parte, trata de las variaciones que ocurren en los instintos y hábitos de los animales… Parece que fue colocado en ese lugar del Ensayo para evitar un rechazo apresurado a toda la teoría por parte del lector, a quien le puede parecer imposible que la idea de selección natural actúe sobre los instintos. Esto es lo más probable dado que el capítulo sobre el instinto en El Origen de las Especies se menciona especialmente (en la Introducción, página trece de la versión de Editorial Planeta, España, 1992) como una de “las dificultades más aparentes y graves para aceptar la teoría”.7

Los Instintos No Se Desarrollan A Través De La Evolución

Los evolucionistas dicen que la mayoría de los comportamientos animales son instintivos, pero, como dijimos antes, no pueden explicarnos de qué manera se producen los mismos, cómo se presentaron por primera vez o cómo adquirieron los animales sus formas de ser aparentemente inteligentes. A esto último responden, al sentirse acorralados, que lo hicieron a través de la experiencia y que es el proceso de selección natural el que elige automáticamente los mejores procedimientos para pasar las características adquiridas a las generaciones siguientes a través de la herencia.
Kugu Swan
Sólo hay una explicación posible frente al hecho de que criaturas desprovistas de razón y juicio exhiban com- pasión, protejan y alimenten a sus crías: todos los seres vivientes actúan bajo las directivas de Dios. El ave que vemos aquí nadando y alimentando a su pequeño, procede así por voluntad de El.
No hace falta reflexionar muy profundamente para detectar los defectos científicos de dicha lógica.
Ahora podemos proceder a examinar los errores en esas conjeturas evolucionistas.

1. Anulación de la Suposición de Que los Comportamientos Provechosos Son Escogidos a Través de la Selección Natural

La selección natural, uno de los mecanismos centrales de la teoría propuesta por Darwin, significa que cualquier cambio (físico o de comportamiento) beneficioso para un animal, resulta elegido con preferencia sobre los demás y así se convierte en un rasgo permanente que será transmitido a las generaciones futuras.
Pero en ésto hay un punto crucial que no debemos pasar por alto: la teoría darwinista barrunta que la naturaleza es capaz de distinguir entre lo virtuoso y lo dañino, por lo que tomaría decisiones concientes. Sin embargo, en la naturaleza no existe ninguna capacidad o conciencia de cumplir tal proeza. Ni los animales ni algunas otras criaturas tienen la facultad de determinar qué comportamientos son positivos. Sólo un Ser conciente, inteligente, Quien ha creado la naturaleza con todo lo que contiene, puede realizar esas selecciones.
Hayvanlarda şevkat
Un evolucionista como Cemal Yildirim presenta una disyun- tiva importante a la teoría de la evolución al preguntar: ¿Puede explicarse el amor materno por medio de un proceso ciego de selección natural?
El propio Darwin admitió la imposibilidad de la adquisición de comportamientos complejos y benéficos por medio de la selección natural. Confesó que su conjetura pertenecía más a la imaginación que a la ciencia, por lo que resulta débil o equivocada. De todos modos no dejó de insistir con la idea:
Por último, puede no ser una deducción lógica, pero para mi imaginación es muchísimo más satisfactorio considerar instintos, tales como el del cuclillo joven que expulsa a sus hermanos adoptivos, el de las hormigas esclavistas… no como instintos especialmente creados o fundados, sino como pequeñas consecuencias de una ley general que lleva al progreso de todos los seres orgánicos, o sea que multiplica, transforma y deja vivir a los más fuertes y deja morir a los más débiles.8
El profesor Cemal Yildirim, uno de los principales evolucionistas turcos, admite que la selección natural no puede explicar el amor y ternura de las madres por sus vástagos:
¿Puede ser explicado el amor materno por medio de un proceso ciego de selección natural, desposeído de todo aspecto espiritual? Posiblemente a los biólogos darwinistas les resulte muy difícil dar respuestas satisfactorias.9
Las criaturas desprovistas de intelecto y razón, poseen algunas cualidades “espirituales” innatas que no pudieron adquirir por sí mismas. Por lo tanto alguien debe tener la capacidad de dárselas. Ni la naturaleza ni el proceso de selección natural detentan conciencia y cualidades espirituales, por lo que no pueden ser la fuente de las mismas. La realidad obvia es que todos los seres viven bajo la voluntad y el control de Dios. El asombroso testimonio en distintos animales de comportamientos extraordinariamente concientes nos hace preguntar: ¿Cómo un animal puede saber tal o cual o cosa? ; ¿Cómo puede esta criatura pensar tal o cual cosa?

2. Anulación de la Suposición de que el Comportamiento Puede Ser Adquirido a Través de la Selección Natural y Puede Pasarse a la Generación Siguiente

La segunda conjetura de los evolucionistas es que los comportamientos adquiridos por los animales que sobreviven, pueden ser transmitidos a la descendencia. Pero dicha idea es totalmente endeble. Antes que nada, aunque los animales aprendan un comportamiento por medio de la experiencia, es imposible que lo transmitan a sus vástagos. La conducta aprendida pertenece al animal que la adquirió y muere con él. Es definidamente imposible comunicar los comportamientos aprendidos a través del conjunto de genes.
El evolucionista Gordon R. Taylor citado antes, descarta las suposiciones de algunos biólogos en cuanto a que el comportamiento de un organismo puede ser transferido a su descendencia:
Los biólogos asumen sin reserva que es posible heredar modelos específicos de comportamientos, lo cual según ellos ocurre regularmente. El fallecido profesor de zoología Theodosius Dobzhansky afirmaba claramente: “Todas las estructuras y funciones corporales, sin excepción, son heredadas (por cada especie) en algún momento. Ningún comportamiento escapa a este proceso”. Esto, simplemente, no es cierto. Resulta lamentable que una persona como Dobzhansky lo afirme dogmáticamente. Algunas formas de comportamiento lo son. Pero de ninguna manera podemos saber si lo son todas.
La realidad es que el mecanismo genético no exhibe el menor signo de ser capaz de transmitir modelos específicos de comportamientos. Lo que hace es manufacturar proteínas. Al producir mayor cantidad de ciertas hormonas podría alterar el comportamiento en su conjunto, lo que haría al animal más agresivo, más pasivo o incluso más maternal. Pero no hay el más leve indicio de que pueda actuar sobre un programa de conducta específico, como ser la secuencia de las acciones involucradas en la construcción de un nido.
Si en realidad el comportamiento es hereditario, ¿cuáles son las unidades de comportamiento que se transmitirían…? Nadie ha sugerido una respuesta.10
Como dijo Gordon Taylor, es muy anticientífico afirmar que los modelos de comportamiento complejos son innatos. Las acciones seriales concientes, como la construcción de nidos por parte de los pájaros, la construcción de diques por parte de los castores o la construcción de panales por parte de las abejas, son de una complejidad que requieren perspicacia. El hecho de que las abejas y las hormigas obreras sean estériles, presenta otra prueba convincente de que el comportamiento no puede ser innato.
Las obreras de la colonia de hormigas exhiben un comportamiento específico que requiere un cierto nivel de conocimiento y no poca pericia para la valoración de distintas situaciones. Sin embargo, las hormigas obreras no pueden adquirir ninguna de sus capacidades a través de los genes porque son estériles y por lo tanto incapaces de transmitir sus rasgos a la camada venidera. A los evolucionistas les debemos plantear: ¿de qué modo la primera hormiga obrera trasladó su comportamiento específico a la generación siguiente? Asimismo, las abejas y termitas obreras, ambas estériles, manifiestan comportamientos que requieren inteligencia, habilidad, solidaridad, disciplina, trabajo en equipo y amor. Pero desde el momento en que estas criaturas aparecieron hace millones de años, han sido incapaces de transmitir sus características adquiridas.
Por otra parte, no se puede decir que aprendieron esos comportamientos extraordinarios porque estuvieron presentes desde el mismo momento en que estos animalitos se presentaron en el mundo. No pasaron ni pasan por ningún proceso de aprendizaje. Todos sus comportamientos están determinados por lo que saben al nacer. Lo mismo es cierto para las actividades “instintivas” de cualquier ser vivo. En consecuencia, ¿quién les enseña sus respectivas destrezas?
Darwin habló de esta contradicción hace 150 años:
Pero sería un grave error suponer que la mayor parte de los instintos han sido adquiridos por costumbre en una generación y transmitidos entonces por herencia a las generaciones sucesivas. Puede demostrarse claramente que los instintos más maravillosos de que tenemos noticia, o sea los de las abejas y hormigas, no pudieron haber sido adquiridos por costumbre.11
Si una hormiga obrera u otro insecto asexuado hubiese sido un animal ordinario, habría yo admitido sin titubeo que todos sus caracteres habían sido adquiridos lentamente por selección natural, o sea por haber nacido individuos con ligeras modificaciones útiles, que fueron heredadas por los descendientes, y que éstos, a su vez, variaron y fueron seleccionados, y así sucesivamente. Pero en la hormiga obrera tenemos un instinto que difiere mucho del de sus progenitores e inclusive es completamente estéril; de modo que nunca pudo haber transmitido a sus descendientes modificaciones de estructura e instinto adquiridos sucesivamente.
Puede muy bien preguntarse cómo es posible conciliar este caso con la teoría de la selección natural.12
La objeción de Darwin permanece sin respuesta por parte de los evolucionistas hasta hoy día.
Cemal Yildirim expresa el dilema que presenta este tema para sus compañeros, evolucionistas igual que él:
De entre los insectos sociales, tomemos a las hormigas y abejas obreras. Puesto que son estériles, es imposible que transfieran a las generaciones siguientes cualquier tipo de características y modificaciones que pudiesen haber sido adquiridas. No obstante, esas obreras han adaptado su comportamiento al entorno de modo ventajoso.13
Como podemos ver de lo que admite esta gente, el sorprendente comportamiento de lo viviente y sus instintos no pueden explicarse recurriendo a los supuestos mecanismos evolutivos. Las habilidades de estos animales no son adquiridas a través del proceso de selección natural, ni es posible transferirlos, por conducto de la herencia, de una generación a la siguiente.

3. Anulación de la Suposición de Que los Instintos Se Desarrollan y Cambian en Cada Especie

La teoría de la evolución supone que las especies provienen, a través de cambios, una de otra. De acuerdo a esa proposición, los anfibios, por ejemplo, son una especie evolucionada a partir de los peces. Pero no se debe olvidar que el comportamiento de cada especie es distinto. Un pez actúa de manera totalmente diferente a como lo hace un anfibio. ¿Significa ello que el comportamiento de la criatura se modifica según los cambios biológicos ocurridos?
Hayvanlarda şevkat
Cada especie ―caballito de mar, ave, cabra, etc― exhibe un comportamiento peculiar. Si las criaturas hubiesen evolu- cionado biológicamente, como barruntan los darwinistas, también tendría que haber ocurrido lo mismo de manera simultánea con sus formas de proceder. Por supuesto, se trata de una conjetura irracional.
Esta pregunta pone de relieve los dilemas y contradicciones de los evolucionistas. Darwin era bien conciente de esto e incluso cuestionó el planteo de que los instintos puedan ser adquiridos y luego transformarse a través de la selección natural:
¿Pueden adquirirse y modificarse los instintos por selección natural? ¿Qué diremos del instinto que lleva a la abeja a hacer celdas y que prácticamente se ha anticipado a los descubrimientos de profundos matemáticos?14
Podemos multiplicar estas contradicciones con ejemplos de otros seres vivos, como ser peces, reptiles y pájaros.
En vuestra creación y en las bestias que
El esparce hay signos para gente que está convencida.
(Corán, 45:4)
Zebra
Los peces tienen su forma singular de cazar, construir sus moradas, defenderlas y propagar sus especies, cosas que armonizan perfectamente con sus condiciones de vida subacuática. En la época de procreación algunos peces adhieren sus huevas a las rocas bajo el agua y aumentan el flujo de oxígeno hacia ellas, agitando sus aletas. Los pájaros, por otra parte, ocultan sus huevos en nidos especialmente construidos y los empollan incubándolos.
Otros peces construyen nidos en las cavidades rocosas bajo el agua. Criaturas de otras especies arman sus nidos sobre los árboles con corteza y ramitas de plantas, en tanto que las aves usan pasto y otros materiales adecuados. Además, algunos reptiles, como los cocodrilos, entierran sus huevos en la arena y allí permanecen durante la incubación que dura dos meses.
Los mamíferos, que los darwinistas barruntan que evolucionaron de los reptiles, se reproducen de una manera totalmente distinta a otros animales. En tanto que todas las otras especies ponen huevos, los mamíferos llevan su cría en el vientre durante meses antes de que nazcan y después los alimentan con leche materna.
polarbear
Todos los animales cazan a su manera para alimentarse. Para ello, algunos se emboscan durante un prolongado lapso de tiempo, otros se camuflan y algunos más sacan provecho de la velocidad y de la capacidad de volar. Como sabemos, el comportamiento de los animales terrestres varía considerablemente respecto de los acuáticos, dependiendo todo del entorno y las condiciones de vida.
Bajo estas circunstancias, los instintos animales deben sufrir grandes cambios durante el supuesto proceso evolutivo. Por ejemplo, si un pez, movido por su instinto, pega sus huevas a una roca y agita el agua para proveerle un flujo de oxígeno, luego debe cambiar ese procedimiento al “evolucionar” para transformarse en un animal terrestre. Y luego el instinto debería modificarse más aún si la especie comenzase a volar y a construir estructuras perfectas donde incubaría sus huevos a una buena altura del suelo.
Por supuesto, todo lo dicho es claramente imposible, además de que se le agregan otras dificultades. Si se modificasen las características biológicas de las especies y en consecuencia también su entorno, pero no su comportamiento, perecerían. Por ejemplo, un pez que se oculta en el océano debe desarrollar rápidamente nuevos mecanismos de defensa, de manera casi instantánea. Todas sus funciones corporales, comportamiento y modo de vida, deben cambiar simultáneamente. De no ser así, está condenado a desaparecer inmediatamente.
Obviamente, una criatura desprovista de lógica y conciencia no puede tomar decisiones tan repentinas que requieren de la razón y de estrategias al efecto. ¿A qué se debe entonces que todos los seres vivientes pueden comportarse de la manera más correcta, beneficiándose cada uno de sus condiciones biológicas y de su entorno?
Darwin se refiere a esta crítica en El Origen de las Especies:
A la opinión anterior sobre el origen de los instintos se ha hecho la objeción de que “las variaciones de estructura y de instinto tienen que haber sido simultáneamente y exactamente acopladas entre sí, pues una modificación en aquéllas sin el correspondiente cambio inmediato en éste, hubiese sido fatal”.15
Como hemos visto, ni los procesos evolutivos ni las casualidades, ni la “madre naturaleza” pueden explicar el comportamiento de los animales y el verdadero origen de los instintos. ¿Cómo adquieren las especies las cualidades que les permiten continuar su existencia?
En realidad, la respuesta es clara y obvia. Cualquiera que ha observado a los animales debe estar de acuerdo sin discusión en que los comportamientos no se originan en ellos ni son el producto de sucesivas casualidades en un supuesto proceso de “selección”. La verdadera fuente del comportamiento animal no debe buscarse en sus cuerpos o en su entorno. Es evidente que dichos comportamientos son gobernados por una potestad y un intelecto invisible, que pertenecen a Dios, el más Compasivo, el más Misericordioso.
donkey

Conclusión: Todo lo Viviente Actúa Bajo el Acicate y Mandato de Dios

Según lo visto, los evolucionistas que tratan el tema de los comportamientos se enfrentan con serias dificultades, aunque la verdad en la materia resulta diáfana. Si los animales, desposeídos de intelecto o razonamiento, pueden discriminar, vincular situaciones, tomar decisiones apropiadas, planificar o predecir acontecimientos, todo lo cual requiere de inteligencia y percepción, deben estar gobernados y dirigidos por alguna potestad exterior a ellos. Los evolucionistas dicen que los animales están “programados” para obrar de una manera determinada. Pero, ¿quién elaboró sus programas? ¿Qué fuerza inspira a las abejas a construir panales? La respuesta, una vez más, es cristalina y obvia. Es evidente que la casualidad no tiene nada que ver y que un poder especial controla todo en la naturaleza y gobierna los comportamientos. El propietario de ese poder es Dios, el Creador de todo.
La teoría de la evolución, que ni siquiera puede explicar cómo pasó a existir un organismo vivo, mucho menos puede dar razón de dónde surge el comportamiento del mismo. Por lo tanto, es de gran importancia observar cómo actúan los animales, porque ello nos revela rápidamente que ninguna criatura deja de poseer sus propias capacidades. Es Dios, el Señor de todo lo existente en la tierra, en los cielos y de lo que hay entre ellos, Quien crea a los seres de la nada, los controla, los custodia y les ordena sus comportamientos, como lo revela el Corán:
(Dijo el profeta Hud:) Yo confío en Dios, mi Señor y Señor vuestro. ¡No hay ser que no dependa de El! Mi Señor está en una vía recta. (Corán, 11:56)

El Cariño o Ternura de los Animales Desmiente la Tesis de que Sólo Sobrevive el Más Apto

Penguin
Los pingüinos llevan a sus crías sobre sus patas durante meses para protegerlas del frío.
Como hemos examinado en las páginas anteriores, según Darwin el proceso de selección natural sugiere que los animales más vigorosos y mejor adaptados a sus condiciones de vida sobreviven y hacen perdurar sus especies, mientras que los que en comparación son más débiles y no se adaptan convenientemente, perecen. De acuerdo a ese escenario la naturaleza es la arena en que todas las criaturas están comprometidas en una contienda brutal por la supervivencia, motivo por el cual los más flojos sucumben ante los más recios, lo cual conduce a la extinción de ciertas especies.
Según esa conjetura, para sobrevivir se necesita ser más fuerte, más apto que otros y luchar a muerte para poder seguir existiendo. Una situación así no deja ningún lugar para el amor, la entrega o la cooperación, porque éstas y otras actividades similares podrían conducir a la desaparición. Por ende, cada individuo debe ser lo más egoísta posible y tener en cuenta sólo sus propios intereses, es decir, su alimento, su seguridad personal y la defensa de su morada.
¿Es cierto que todo en la naturaleza se afianza únicamente en el egoísmo y en una brutal competitividad individualista, por lo que cada animal se ve incitado a combatir con otro, para destruirlo o someterlo?
Todas las observaciones hechas hasta ahora, desmienten a los evolucionistas. Es decir, la naturaleza no es una arena en la que sólo impera el combate. En verdad, lo cierto es lo opuesto. Hay muchos ejemplos de animales que a menudo, con comportamientos inteligentes y sin ningún beneficio individual, arriesgan sus vidas para proteger al conjunto. El evolucionista Cemal Yildirim explica en su libro Evrim Kurami ve Bagnalik (La Teoría de la Evolución y la Intolerancia) porqué el propio Darwin, junto a otros contemporáneos de las mismas ideas, llegaban a la conclusión de que la naturaleza es un campo de batalla:
Los científicos del siglo XIX se despistaban fácilmente al adoptar la tesis de que la Tierra es un campo de batalla porque lo más común era que estuviesen encerrados en sus laboratorios y por lo general no se molestasen en familiarizarse directamente con la naturaleza. Ni siquiera un científico respetable como Hukley pudo escapar a este error.16
El naturalista Peter Kropotkin expresa el error de Darwin y sus seguidores en su libro Ayuda Mutua: Un Factor en la Evolución:
…los innumerables seguidores de Darwin redujeron el concepto de la lucha por la existencia a su mínima expresión. Llegaron a concebir el mundo animal como el de una lucha perpetua entre individuos medio hambreados y sedientos de la sangre de otros… En realidad, si tomamos en cuenta a Hukley, quien es considerado uno de los más capaces exponentes de la teoría de la evolución, veremos que nos enseñó en un escrito sobre La Lucha por la Existencia y su Relación con el Ser Humano, que “desde el punto de vista del moralista el mundo animal está al mismo nivel que la exhibición de los gladiadores. Las criaturas son tratadas adecuadamente y de esa manera se las hace más hábiles, más fuertes y más veloces (para sobrevivir y) para seguir combatiendo”… Se puede remarcar que es poco o nada lo que se puede reivindicar de la visión de Hukley sobre la naturaleza, como para considerarla una inferencia científica.17
alligator
Una hembra cocodrilo lleva a su cría entre sus mandíbulas para protegerla.
Lo que venimos viendo indica que la teoría de la evolución no se basa en la observación científica. Los estudiosos han malinterpretado algunos rasgos de la naturaleza al defender su ideología evolucionista. La guerra que se produciría en la naturaleza según la elucubración de Darwin es sólo producto de su imaginación, porque las criaturas no luchan únicamente por sus beneficios individuales. Muchos animales son amigos de otros de su especie e incluso se comportan generosamente. A eso se debe que a los darwinistas les cueste explicar ese tipo de comportamiento con el que se encuentran regularmente. El dilema en cuestión se expone en una nota publicada en una revista científica:
La pregunta es: ¿por qué los seres vivos se ayudan entre sí? Según la teoría de Darwin, cada animal lucha por su propia supervivencia y por la continuación de su especie. Ayudar a otras criaturas disminuye la propia posibilidad de supervivencia y por lo tanto la evolución debería haber eliminado este tipo de comportamiento, aunque observamos que (distintos) animales, en realidad, obran desinteresadamente.18
El aguijonazo de la abeja hasta mata a animales que amenazan su colmena. Pero ese acto significa el suicidio para quien lo ejecuta porque la púa se quiebra en el cuerpo del agresor y allí queda prendido parte del abdomen inferior y algunos órganos internos de la abeja. Es decir, la defensora se inmola por la supervivencia del resto de sus congéneres del panal.
Los pingüinos ―macho y hembra― protegen a sus crías e inclusive dan la vida por ellas. Los padres se dedican por completo a su cuidado. El macho refugia al pequeño entre sus piernas durante cuatro meses y en ese período no come nada. La hembra se dirige al mar, pesca para alimentar a su hijo y transporta lo pescado en la parte superior de la tráquea.
No sería sorprendente que el cocodrilo, desprovisto de razón y lógica y uno de los animales más feroces, se comiese a sus hijos en vez de protegerlos. Pero en cambio, exhibe un asombroso cariño por sus vástagos. Una vez que éstos salen de sus huevos, la cocodrilo los lleva al agua en sus mandíbulas. A partir de allí los tendrá en su boca o sobre su cuerpo hasta que se vuelvan autosuficientes. Cuando los pequeños perciben algún peligro, inmediatamente se refugian en la boca de la madre.
Algunas hembras de los mamíferos deben abandonar su comunidad con sus crías hasta el destete de éstas, lo cual entraña grandes peligros. Muchas especies cuidan a sus vástagos después de nacer o romper el cascarón durante muchos días, meses o años, proveyéndoles entretanto de alimento, refugio, calor y protección frente a la amenaza de los predadores. Muchas especies de pájaros alimentan a sus hijos inexpertos de cuatro a veinte horas por día. Las madres de mamíferos tienen otros tipos de problemas, porque mientras amamantan a sus pequeños necesitan nutrirse mejor, es decir, aumentar la cantidad de comida. En consecuencia, mientras sus hijos se vuelven más pesados ellas pierden kilos.
"Everything in the heavens and the earth glorifies God.
He is the Almighty, the All-Wise. The kingdom of the heavens and the earth belongs to Him. He gives life and causes to die. He has power over all things."
(Qur'an, 57: 2)
swan
Se podría esperar que los animales, sin discernimiento o razonamiento, abandonasen a sus crías porque no serían concientes de lo que significan para la continuación de la especie. Pero por el contrario, se ocupan de su cuidado con total responsabilidad.
Los animales no se conducen con desprendimiento sólo porque protegen a su descendencia. En muchos casos se ha visto un comportamiento muy considerado y positivo hacia otros animales de su comunidad. Un ejemplo de ésto se puede observar cuando escasea el alimento. Podríamos asumir que en esa situación el individuo más fuerte eliminará a los otros e intentará que los recursos limitados queden a su disposición. Pero las cosas no suceden de la manera que esperan los evolucionistas. El conocido evolucionista Peter Kropotkin ejemplifica en su libro ese tipo de comportamiento: en situaciones en las que se agotan los recursos, las hormigas obtienen el alimento que necesitan de las reservas que han acumulado. Los pájaros migran en bandadas en busca de sustento. En una corriente de agua donde la cantidad de castores impide la vida adecuada, los más jóvenes emigran hacia el norte y los más viejos hacia el sur.19 Como demuestran los hechos mencionados, no existe ninguna lucha inmisericorde por nutrientes o refugio. Por el contrario, se puede observar que incluso en las épocas más difíciles se testimonia en la naturaleza la cooperación y la solidaridad y muchos animales aportan su esfuerzo para hacer más llevadera la situación del conjunto.
No debemos pasar por alto un punto importante: ninguno de esos animales posee la inteligencia o conciencia para tomar tales decisiones o crear tal código de procedimiento. Siendo así, ¿cómo pueden establecer entonces un objetivo común, es decir, al que adhieren todos y que también resulta el más efectivo?
Sin duda, es Dios, el Señor de los Mundos, Quien dio origen a las criaturas, las inspira para las conductas más convenientes y las protege en todo momento. Dios revela Su cuidado de toda la creación:
No hay bestia sobre la tierra a cuyo sustento no provea Dios, Que conoce su madriguera y su depósito: todo está en una Escritura clara. (Corán, 11:6)
Frente a las realidades mencionadas se vuelve insostenible la conjetura de los evolucionistas respecto a que la naturaleza es un campo de batalla y que los egoístas que luchan por sus propios intereses son los que se ubican en la parte superior de la escala de la vida. El conocido John Maynard Smith plantea la siguiente pregunta a otros evolucionistas igual que él:
¿De qué modo la selección natural puede favorecer los modelos de comportamiento que aparentemente no ayudan a la supervivencia del individuo?20
"He said, 'The Lord of the East and the West and
everything between them if you used your intellect.'"
(Qur'an, 26: 28)
Penguin

El “Instinto” Para la Persistencia de la Especie

Como hemos visto en las páginas precedentes, los evolucionistas no pueden explicar el importante tema del comportamiento cariñoso de los animales… Muchos ejemplos observados en la naturaleza desaprueban las proposiciones centrales de la teoría de la evolución. El fallecido Stephen Jay Gould, evolucionista renombrado, dijo que las actitudes de ternura y amor en la naturaleza plantean el molesto problema del altruismo.21 Gordon R. Taylor dice, frente a la angustia de los evolucionistas, que el proceder cariñoso de los animales presenta, hace tiempo, un desafío al darwinismo.22 Todas las cualidades “espirituales”, como el desvelo y la compasión por otros, propinan un claro y agudo golpe a la visión de los evolucionistas, quienes consideran la naturaleza como la suma de las interacciones azarosas de la materia.
Algunos darwinistas que no admiten su derrota, se presentan con una proposición que denominaron “teoría del egoísmo genético”. Richard Dawkins, uno de los más ardientes defensores y pionero de ese criterio, barrunta que lo que se presenta como devoción desinteresada, en realidad, es conducido por el egotismo (es decir, una excesiva autovaloración). Según dicho punto de vista, los animales que exhiben un comportamiento cariñoso no lo hacen porque quieran ayudar a otros de sus respectivas especies, sino porque sus genes les llevan a actuar así. Para entenderlo mejor, cualquier mamá animal que sacrifica la vida por su hijo está ayudando con esa actitud a la transferencia de sus genes. Si el pequeño sobrevive, hay más probabilidad de que esas características genéticas pasen a las generaciones siguientes. Según este razonamiento, todas las criaturas ―incluidos los humanos― son, simplemente, “máquinas genéticas”. La principal responsabilidad de lo viviente es pasar sus genes a las generaciones futuras.
Los evolucionistas suponen que los seres vivientes se comportan según un plan programado, por “deseo” de continuar la especie a través de esa transmisión de genes antedicha. La cita que sigue del libro evolucionista Los Elementos de la Biología es un ejemplo excelente de las explicaciones que ofrecen los materialistas clásicos respecto al comportamiento animal:
¿Qué podría explicar el comportamiento potencialmente autodestructivo? Se estima que al menos algunos actos altruistas surgen de los llamados genes del egoísmo. Los padres que trabajan con entusiasmo por alimentar a sus vástagos insaciables o que se aguantan el hambre en tanto haya un predador cerca, probablemente verifican un comportamiento programado, el cual aumenta la posibilidad de que los genes pasen a las generaciones futuras. Esta respuesta innata, instintiva frente a los predadores, puede parecer tener “un propósito determinado” para el observador humano, pero en realidad se trata de un comportamiento programado que se activa por medio de escenas, sonidos, olores y otras señales. 23
Esta cita dice, en efecto, que al comportamiento de los animales se lo ve como si tuviese un propósito, una “motivación ulterior”, pero que los mismos no realizan sus actos concientemente y mucho menos con el objeto de servir a un fin futuro, sino simplemente porque “están programados para hacerlo”. Lo que se necesita preguntar aquí es: ¿cuál es la fuente de esa programación? Es cierto que los genes son un banco de datos codificados, pero no piensan o razonan, no poseen inteligencia o juicio. Por lo tanto, si los genes de una criatura contienen una orden que demanda la atención cariñosa, no pueden ser los mismos quienes originen o decreten esa decisión.
Por ejemplo, si se presiona el botón prendido/apagado en la computadora para llevar a cabo la segunda función, el aparato cesará su actividad porque un programador conciente, inteligente y con conocimiento, diseñó el circuito para que se produzca eso. Advirtamos la diferencia: la computadora no es quien toma la decisión; tampoco el botón, mediante el método de prueba y error, se volvió por casualidad un dispositivo que corta la corriente eléctrica en la computadora. Fueron algunos ingenieros los que diseñaron ese interruptor de manera conciente y deliberada.
En consecuencia, que los genes de una criatura estén programados para actuar desinteresadamente de modo que la especie pueda continuar su devenir, indica claramente la existencia de una autoridad sapiente e inteligente que programó los genes de dicha manera. Esa autoridad es Dios, Quien dirige todas las criaturas, las supervisa y ordena sus acciones, como revela el Corán:
Lo que está en los cielos y en la tierra se prosterna ante Dios: todo animal y los ángeles. Y éstos sin altivez. Temen a su Señor, que está por encima de ellos, y hacen lo que se les ordena. (Corán, 16:49-50)
Dios es Quien ha creado siete cielos y otras tantas tierras. La orden desciende gradualmente entre ellos para que sepáis que Dios es Omnipotente y que Dios todo lo abarca en Su ciencia. (Corán, 65:12)
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Los Animales No Sólo Ayudan a Quienes Portan sus Mismos Genes, Sino También a Otras Especies Distintas

En el capítulo tres veremos más detalladamente ejemplos de animales que no sólo ayudan a sus propios cachorros, sino también a otros. Este es un problema insoluble para los evolucionistas porque no tiene nada que ver con la transferencia de genes dentro de su especie. El ejemplo que sigue, utilizado por el renombrado evolucionista John Maynard Smith expone ampliamente el dilema de la teoría de la evolución:
A pesar de la ausencia de relación genética, el mandril macho exhibe un modo de comportamiento cooperativo. Cuando dos de ellos están en algún tipo de contienda con terceros, uno u otro puede reclutar a otro más para que les ayude por medio de una señal fácilmente reconocible, es decir, moviendo la cabeza repetidamente hacia atrás y hacia delante.24
En resumen, está muy claro que los animales se ayudan entre sí y actúan con desprendimiento porque Dios les ordena proceder así.
A lo largo de este libro veremos muchos más ejemplos de altruismo, compasión y devoción. No debemos olvidar que Dios ha creado a estos animales de la manera más perfecta para que se comporten como lo hacen.

Notes

2 John Sparks, The Discovery of Animal Behaviour (El Descubrimiento del Comportamiento Animal),(Boston: Little Brown and Company, 1982), pp. 114-117. 
3 Hoimar von Ditfurth, Dinazorların Sessiz Gecesi 1 (Traducción al turco del original en alemán of Im Amfang War Der Wasserstoff --En el Comienzo Fue el Hidrógeno--), (Istanbul: Alan Publishing, Nov. 1996), Trans. By Veysel Atayman, pp. 12-19. 
4 Gordon Rattray Taylor, The Grat Evolution Mystery (El Gran Misterio de la Evolución)(London: Martin Secker & Warburg Ltd, 1983), p. 222. 
5 Ditfurth, Dinazorların Sessiz Gecesi 1, pp. 12-19 
6 Charles Darwin, El Origen de las Especies, Editorial Planeta, Barcelona (España), 1992, p. 309. 
7 Francis Darwin, The Life and Letters of Charles Darwin (Vida y Cartas de Charles Darwin), (New York: D. Appleton and Co., 1896), Letter of C. Darwin to J. D. Hooker, Down, Marzo 1, 1854. 
8 Charles Darwin, El Origen de las Especies, Editorial Planeta, Barcelona (España), 1992, pp. 351-2. 
9 Cemal Yildirim, Evrim Kurami ve Bagnazlik (La Teoría de la Evolución y el Fanatismo), (Ankara: Bilgi Publishing House, Enero 1998), p. 185. 
10 G. R. Taylor, El Gran Misterio de la Evolución, p. 221. 
11 Charles Darwin, El Origen de las Especies, Editorial Planeta, Barcelona (España), 1992, p. 311. 
12 Charles Darwin, El Origen de las Especies, Editorial Planeta, Barcelona (España), 1992, p. 344. 
13 Cemal Yildirim, La Teoría de la Evolución y el Fanatismo, p. 34. 
14 Charles Darwin, El Origen de las Especies, Editorial Planeta, Barcelona (España), 1992, p. 208. 
15 Charles Darwin, El Origen de las Especies, Editorial Planeta, Barcelona (España), 1992, p. 342. 
16 Cemal Yildirim,La Teoría de la Evolución y el Fanatismo, p. 49. 
17 Peter Kropotkin, Mutual Aid: A Factor of Evolution (La Ayuda Mutua: Un Factor de la Evolución), Capítulo I. (http://www.spunk.org/library/writers/kropotki/sp001503/index.html) 
18 Bilim ve Teknik (Revista de Ciencia y Tecnología), N° 190, Septiembre 1983, p. 4. 
19 Kropotkin, La Ayuda Mutua: Un Factor de la Evolución, Capítulo II. 
20 John Mayonard Smith, "La Evolución del Comportamiento", Scientific American, Septiembre 1978, Vol. 239, N° 3, p. 176. 
21 G. R. Taylor, El Gran Misterio de la Evolución, p. 223. 
22 Ibid., p.223. 
23 Janet L. Hopson and Norman K. Wessells, Essentials of Biology (Los Fundamentos de la Biología)(USA: McGraw-Hill Publishing Company, 1990), p. 838. 
24 John Mayonard Smith, "La Evolución del Comportamiento", Scientific American, Septiembre 1978, Vol. 239, N° 3, p. 184. 

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